jueves, 8 de mayo de 2008

Razón crítica, única fuente de superioridad moral

En un mundo donde se busca que la moral religiosa quede relegada a un segundo plano como resultado de su supuesta inferioridad ética, se hace imprescindible una exposición sobre la verdadera fuente de la superioridad moral desde un punto de vista racional: la búsqueda crítica de la verdad (al menos, de mi verdad).

El hecho de que la base de nuestra moral sea atea, religiosa o agnóstica, es irrelevante racionalmente en el debate ético, al menos mientras el hecho religioso trascienda a la razón. Pretender hacer creer que la base, en su ámbito espiritual y exclusivamente por su ámbito espiritual, pueda ser más o menos racional no puede así ser más que una falacia.

Cualquier búsqueda de eliminar del debate político los argumentos en función de su base no puede tener una fundamentación última racional, sino meramente volitiva. Obviamente sería un atentado contra la libertad de expresión, aunque también obviamente, quedaría por discutir qué límites puede tener ésta.

Pero entonces: ¿cualquier base ética es igualmente racional independientemente de lo que busque o de sus resultados?

La respuesta solo puede ser una: sí, siempre y cuando la base que uno adopta sea conforme a la voluntad propia. La crítica racional de la moral subjetiva no puede ser más que la comprobación de dicha conformidad entre base ética y voluntad.

Cualquier disconformidad entre voluntad y base evidencia o bien una renuncia moral o bien un error argumentativo (o ambas).

En el primer caso, en el caso de la renuncia moral, la inferioridad moral es manifiesta, ya que el propio hecho de renunciar a la propia moral refleja la consideración de la moral propia como inferior. El valor de la opinión de alguien que desecha su propia moral en un debate racional queda anulado, dado que no puede dar razón última de su adhesión a su base moral. Su voluntad de adhesión queda reducida a la voluntad de terceros y por lo tanto es a ellos a los que toca participar del debate.

Hay que destacar que este tipo de adhesiones no es exclusivo de las religiones sino que afecta a todo cuerpo ideológico.

En el segundo caso, mientras se mantenga una actitud crítica y de desconfianza ante las bases adoptadas, la superioridad nunca será moral, sino puramente racional. La superioridad quedará reducida al ámbito argumentativo, pero eso no es óbice para valorar negativamente la participación del equivocado en el debate público. Salvo que seamos capaces de encontrar la razón perfecta y seamos capaces de realizar la afirmación soberbia de que nuestra razón es infalible.

Creo que es claro que sólo la falta de crítica, la renuncia a nuestra propia voluntad y la adecuación acrítica a un credo ajeno a nuestro sentir inhabilita para el debate político - legislativo. Por el contrario, toda posición crítica tiene, desde el punto de vista meramente argumentativo, el mismo nivel moral. Cuestión aparte es que en el enfrentamiento entre morales sea en ocasiones conveniente limitar la capacidad de intervenir en el debate de una moral frente a otras. Eso sí, siempre teniendo en cuenta de que ya no hablaríamos de neutralidad sino de segragación.

Eso sí, no toda segregación ideológica es negativa. O sí.

2 comentarios:

Fernando A. Ramírez Martínez dijo...

Me imagino que lo que quieres decir es que a efectos prácticos, la forma de actuar sólo importa en si misma, independientemente de su justificación.Si esa es la idea estoy de acuerdo en cierto modo. Si no fuera porque pienso que también se debe buscar la verdad y en ese aspecto pienso que la moral procede de la evolución de la mente humana.

Iván Moreno dijo...

La verdad es que no me refiero a eso ;). Intentaré ser más claro y menos abstracto:

Justamente lo que pretendo decir es que la búsqueda de la verdad (sea la verdad subjetiva u objetiva) es, para mí, lo único que aporta un plus de legitimidad democrática o legislativa.

Centro un poco el asunto:

Mi post trata en exclusiva de la posibilidad de participación de determinadas argumentaciones en el debate político.

En el mundo que vivimos hay argumentaciones que se pretenden eliminar como no válidas. Van desde aquellas que renuncian a determinados derechos humanos hasta aquellas que se basan en el derecho natural proviniente de un ser superior inaccesible.

Cada una de ellas (e incluso las que no se pretenden eliminar), surgen exclusivamente en última instancia o bien de la voluntad de su defensor (tamizada por la razón) o de la aceptación de una moral dada.

Mi afirmación es que, desde un punto de vista puramente racional, sólo si mi moral es mía (se adecúa a mi voluntad y no a la de terceros), o al menos me mantengo en una alerta crítica para acercar siempre mi moral a mi voluntad, sólo en ese caso, podré proponerla como universal. Sólo en ese caso tiene sentido aceptarme en el debate legislativo.

Por contra, si mi moral me viene impuesta o acepto acríticamente la moral que me han dado, mi valor racional en el debate será inferior, y por lo tanto mi moral debe quedar fuera del debate.

Está claro, que una argumentación religiosa fundamentada en la fe acrítica queda dentro del segundo grupo. Pero, hay que recalcar que:

1.- No toda fe religiosa es acrítica

2.- No toda fe acrítica es religiosa

3.- La fe acrítica invalida a la persona no al argumento.

La pregunta que queda es: ¿cabe eliminar del debate argumentaciones que sí partan de un hombre crítico, pero que lleven a aberraciones (por ejemplo, el nazismo)?

La respuesta es clara:

Sí, pero no desde una argumentación con base racional, sino simplemente desde una base moral (sólo por pura adecuación a nuestra voluntad).

Por poner un ejemplo:

La razón nada puede decir sobre la conveniencia o no de acabar con la vida en la tierra. Es sólo el deseo de que ello no ocurra lo que le da un valor positivo. Es por lo tanto el deseo de paz el que nos puede llevar a prohibir argumentaciones públicas terroristas, al considerar que éstas fomentan la violencia. Pero no es la razón la que da el argumento final, sino exclusivamente nuestra voluntad.

El problema con la religión es que no es ningún deseo último el que se utiliza como fundamento del intento de sacar la religión del debate público, sino que se fundamenta como algo puramente racional.

Pero racional sólo sería si la fe fuera acrítica.

Y sinceramente, al menos en la España que nos movemos, la fe religiosa tiende a ser cada vez más crítica, al contrario que otros tipos de fe como puedieran ser la fe en el partido (sea el PSOE o el PP), la fe en la ideología (por poner dos ejemplos, la ecologista o la socialista), o la fe en mi periodista de guardia.

Un saludo