lunes, 26 de enero de 2009

Ciencia e inferencia

Popper, siempre en entredicho por todo aquel que pretende hacer de su religión algo científico. La inferencia se vuelve ciencia aún sin partir de una teoría científica... simplemente porque no necesita a Dios... O porque lo necesita.

Falsas definiciones de ciencia que simplemente pretenden la simplificación para alejar la duda de la razón. Nada mejor que crear una palabra a la que adorar y después múltiples falacias para hacer que la palabra signifique lo que yo quiero que signifique.

Autoengaño. El peor pecado del filósofo. Que deja de ser filósofo para ser su propia marioneta.

Eso sí, no seré yo quien afirme que no me esté autoengañando en esto también.

lunes, 6 de octubre de 2008

La moral no se experimenta: se intuye

Pretender, normalmente como autoengaño, derivar la moral de la experiencia es uno de los grandes errores de nuestros falsamente empíricos días.

La experiencia únicamente es un medio más para que la razón, tomando como base el más hondo querer, fundamente el actuar. Pero la moral habita en ese querer, en la voluntad última, en la más profunda intuición o repulsa.

La ciencia tal vez, y siempre que el ser humano no trascienda la experiencia, podría decirnos qué desea cada cual en cada momento: podría determinar la moral instantánea de cada individuo. Pero nada podrá decir sobre la moral. Ésta nunca dejará de ser una apuesta... necesariamente personal, aunque no por ello se pueda negar que exista una moral universal.

Hume ya separó el ser del deber ser. Separó la experiencia de la moral. Seguramente no fuera empirista.

lunes, 26 de mayo de 2008

Moral: universalización, clonación y relativismo

La moral pública, la moral socializable o política para alcanzar su madurez necesita saber diferenciar entre dos grandes ámbitos de la moral propia: la moral individual y la universalizable. Aquello que me exijo a mí, y lo que exijo a los demás. 


La búsqueda de imposición de la moral individual se convierte en la búsqueda de la clonación de la propia moral. La moral universalizable y la individual se fusionan llevando a la búsqueda de la imposición moral total. El término totalitarismo nunca se aplicará con tanta autonomía. 

Por el contrario, la ausencia de moral universalizable se convierte en puro relativismo, en pura nada. Nada puedo imponer, nada que afecte al otro es realmente querido. Y sin el otro, nada soy salvo nada.

La duda entonces se hace tormenta: ¿puedo yo elegir qué parte de mi moral es puramente individual y cuál universalizable? ¿O me viene dado? Y si me viene dado... ¿existe realmente lo moral?

jueves, 8 de mayo de 2008

Razón crítica, única fuente de superioridad moral

En un mundo donde se busca que la moral religiosa quede relegada a un segundo plano como resultado de su supuesta inferioridad ética, se hace imprescindible una exposición sobre la verdadera fuente de la superioridad moral desde un punto de vista racional: la búsqueda crítica de la verdad (al menos, de mi verdad).

El hecho de que la base de nuestra moral sea atea, religiosa o agnóstica, es irrelevante racionalmente en el debate ético, al menos mientras el hecho religioso trascienda a la razón. Pretender hacer creer que la base, en su ámbito espiritual y exclusivamente por su ámbito espiritual, pueda ser más o menos racional no puede así ser más que una falacia.

Cualquier búsqueda de eliminar del debate político los argumentos en función de su base no puede tener una fundamentación última racional, sino meramente volitiva. Obviamente sería un atentado contra la libertad de expresión, aunque también obviamente, quedaría por discutir qué límites puede tener ésta.

Pero entonces: ¿cualquier base ética es igualmente racional independientemente de lo que busque o de sus resultados?

La respuesta solo puede ser una: sí, siempre y cuando la base que uno adopta sea conforme a la voluntad propia. La crítica racional de la moral subjetiva no puede ser más que la comprobación de dicha conformidad entre base ética y voluntad.

Cualquier disconformidad entre voluntad y base evidencia o bien una renuncia moral o bien un error argumentativo (o ambas).

En el primer caso, en el caso de la renuncia moral, la inferioridad moral es manifiesta, ya que el propio hecho de renunciar a la propia moral refleja la consideración de la moral propia como inferior. El valor de la opinión de alguien que desecha su propia moral en un debate racional queda anulado, dado que no puede dar razón última de su adhesión a su base moral. Su voluntad de adhesión queda reducida a la voluntad de terceros y por lo tanto es a ellos a los que toca participar del debate.

Hay que destacar que este tipo de adhesiones no es exclusivo de las religiones sino que afecta a todo cuerpo ideológico.

En el segundo caso, mientras se mantenga una actitud crítica y de desconfianza ante las bases adoptadas, la superioridad nunca será moral, sino puramente racional. La superioridad quedará reducida al ámbito argumentativo, pero eso no es óbice para valorar negativamente la participación del equivocado en el debate público. Salvo que seamos capaces de encontrar la razón perfecta y seamos capaces de realizar la afirmación soberbia de que nuestra razón es infalible.

Creo que es claro que sólo la falta de crítica, la renuncia a nuestra propia voluntad y la adecuación acrítica a un credo ajeno a nuestro sentir inhabilita para el debate político - legislativo. Por el contrario, toda posición crítica tiene, desde el punto de vista meramente argumentativo, el mismo nivel moral. Cuestión aparte es que en el enfrentamiento entre morales sea en ocasiones conveniente limitar la capacidad de intervenir en el debate de una moral frente a otras. Eso sí, siempre teniendo en cuenta de que ya no hablaríamos de neutralidad sino de segragación.

Eso sí, no toda segregación ideológica es negativa. O sí.

martes, 1 de abril de 2008

Imponiendo la moral

El único posicionamiento social moral, responsable, es la búsqueda de imposición de la propia moral.

Lo demás es irresponsabilidad. Es renunciar a la moral. Es pura esclavitud.

lunes, 24 de marzo de 2008

Posibilidad de debate moral

El debate moral suele estar destinado al fracaso. El debate sólo tiene sentido si hay posibilidad de existencia de error lógico de alguno de los contendientes.

Sin embargo, en la mayor parte de los casos la diferencia entre las posturas no viene (o no sólo viene) de un error lógico (que también) sino de una diferencia volitiva: las personas no coinciden en sus deseos finales. Y estos no parten de la razón...

Instintivamente, sin embargo, en el debate, los contendientes tienden a suponer que sus sentimientos, su base última, tiende a ser universal... el rival es víctima de un espejismo.

Realmente, sólo si esto fuera así, tendría sentido un debate final sobre la moral...

De nuevo, sólo la existencia de una voluntad común a todo ser humano podría permitir hablar de un debate moral real, y no de una lucha de esgrima sin espadas.

Pero tal vez el debate moral deba quedar reducido exclusivamente a negar su posibilidad.

De primeras, es la solución más elegante... igual de elegante que buscar imponer la propia moral.

jueves, 28 de febrero de 2008

Siguiendo nuestras propias huellas

Y el camino racional hacia la moral va adentrándose cada vez más en el vacío de la oscuridad. A tientas, en vano buscamos acercarnos a la verdad: Lo que antes era luz, ya sólo es juego ciego.

Perdidos, desorientados, la duda abarca incluso las certezas más arraigadas. Poco a poco las dudas se extienden ocultandolo todo... ¿Hacia dónde caminar? ¿Cuál es el camino? ¿Podemos conocer el camino? ¿Existe realmente un camino?

En la oscuridad del mundo, sólo el autoconocimiento aporta un rayo de luz... aunque tal vez sea sólo un espejismo. Sólo si las huellas del camino viven en nosotros, pues sólo en nuestro interior podemos ver, el caminar tiene sentido.

Nada nos garantiza que las huellas sean válidas, ni que las podamos conocer... ni siquiera que realmente existan.

Pero sólo en nuestras huellas podemos encontrar un camino... solo tiene sentido el camino si podemos encontrar nuestras huellas en él. Huellas que no son más que sentimientos. Sentimientos que son lo único firme a lo que agarrarnos.

Aunque tal vez, nunca dejemos de caer.