miércoles, 31 de octubre de 2007

Buscando un fin sobre las olas

... y el mar bordeaba mi silueta menuda. 7 años eran entonces suficientes para adentrarse en un mar dispuesto al juego, rebosante de una espuma de apuestas constantes que reservaba el arrepentimiento a la resaca de los cobardes.

Y ante cada ola, inconsciente, sólo felicidad hallaba en las dos opciones que se presentaban: flotar sobre la cresta soñándome ingrávido, o sumergirme bajo el golpe de agua dejando mi cuerpo tambalearse al compás de la marea...

... pero sólo podía elegir una. Y la angustia pesaba tras cada decisión preguntándome: ¿realmente era esa la mejor opción? ¿Cómo saberlo? ¿Podía realmente buscar esa respuesta dentro de mí? ¿O sería mejor dejar que mi voluntad fluyera como el agua bajo mis pies?

Lo único que mi razón conseguía aclararme es que nadie podría ayudarme... alrededor ni siquiera parecían vivir mis mismas sensaciones...

El mar fue creciendo con los años, y con él las oportunidades, los riesgos y las posibilidades de elección. Mientras, su brisa adornaba las olas con un recuerdo de felicidad y angustia... ¿existirá algún fin que se pueda posar triunfante sobre ellas? ¿Podría mi razón conocer algún deseo al que mi voluntad se entregara por encima de cualquier sueño? Y si realmente pudiera... ¿no debería ello ser común a toda razón?

Tal vez a la razón le toca agachar la cabeza y retirarse fracasada. Pero el mar no cesa su travesía, y sigue tocando decidir. Sólo se vive si se apuesta. El arrepentimiento queda reservado para el que renuncia a jugar. Para todos los demás arrepentirse es no enteder el juego.

lunes, 22 de octubre de 2007

La necesaria finalidad del bien

Uno de los grandes problemas de la ética nace de desnudar el "bien" de toda finalidad.

Aristóteles queda olvidado. El bien, lo bueno, antaño definido por el macedonio como lo útil para alcanzar un fin dado, pasa a vivir sin recordar su fin... aunque éste nunca dejara de existir.

El bien se convierte así en un imperativo sin más fin que él mismo (Kant) y el adjetivo "bueno" se convierte en algo indivisible, indefinible (Moore). Bueno es bueno... el fin ha desaparecido. El bien se enseña como obligado por sí mismo, quedando preso de la tradición, lejos de la razón.

Pero si el bien no tiene finalidad... ¿por qué ha de ser seguido? ¿Qué hay en él que obligue su búsqueda?

Aún peor: ¿quién ha decidido dónde está el bien?

Solo la existencia de un fin da un sentido racional al bien, y lo convierte en imperativo. Sólo la voluntad, privada y libre, fuente de todo fin humano, puede basar la decisión sobre lo bueno.

Voluntad que tal vez decida no decidir.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Ética, libertad y razón

Independientes. Razón y libertad humanas no pueden más que ser independientes. No hay nada en la razón necesario para ser libre. No hay nada en la libertad que aporte un gramo más de razón.

Yerra quien afirma que sin razón no hay libertad. Sin razón no hay consciencia, ni orientación a fines. Sin razón no hay acción responsable. Pero nada podemos afirmar de la libertad de las acciones no responsables.

La ética, como base de actuación responsable, como conjunto de normas autootorgadas, sólo puede exisitir si existe la razón. Razón como herramienta moral, como capacidad de conocer y deducir a partir de nuestra voluntad moral cuales son nuestros principios en la actuación.

Libertad y razón quedan así como base de cualquier posibilidad de ética. La ética o se conoce o no es... la ética o es libre o no vale.