viernes, 31 de agosto de 2007

Voluntariosos voluntariamente... o no.

El conocimiento de nuestra existencia nos lleva a reconocer de manera inmediata, e incluso como intrínseco al existir humano, nuestra voluntad, nuestro querer realizar(nos). Después, infinitamente después, como simple herramienta al servicio de la voluntad, nos permite vislumbrar (con su uso) la razón.

Razón que no puede dar razón de la voluntad, pues ésta le trasciende. Razón que aun así no puede dejar de preguntarse:

¿Seré yo esa voluntad o simplemente soy capaz de conocerla sin participar de ella?
¿Será esa voluntad libre o vendrá determinada por normas externas?

Preguntas al aire que resuenan como eco incapaces de encontrar respuesta. Búsqueda tan incómoda como estéril que provoca la huida hacia adelante, respondiendo y aceptando la respuesta como si de una iluminación (y no como una apuesta) se tratase, y guardando las preguntas en el cajón más remoto de la razón. Su oscuridad no evita su insistencia:

¿Somos voluntariosos? ¿Voluntariamente?

martes, 28 de agosto de 2007

Apuestas esenciales

Y en el principio (del discernir de cada hombre) fue la existencia. Nada hay en nuestro entendimiento que pueda afirmar más que nuestro propio existir y aquello que penda directamente de nuestra existencia (nuestra razón... o nuestros sueños, que, sean o no verdad, forman parte de nuestro ser). Todo lo conocible es sólo el principio. Lo demás sólo puede ser apuesta...

Apuestas razonadas o incoherentes, apuestas elegantes o zafias, apuestas sinceras o puro engaño (autoengaño, siempre autoengaño, pues no son engañables las apuestas)... apuestas que quizá ni siquiera sean nuestras, que quizá únicamente se nos permita conocerlas.

¿Y la esencia? Oculta a la razón, sólo puede ser una apuesta más. Esencia dada o autofabricada, esencia previa o posterior a la existencia, esencia individual o colectiva... no puede ser más que apuesta. Apuesta de la que cuelgan necesariamente el bien y el mal... ¿quién puede no apostar?

No apuestes, y ya habrás apostado...

martes, 14 de agosto de 2007

Autonomía y voluntad

No hay más moral que la autónoma. No hay más base que la voluntad. Autonomía que nace de la libertad. Voluntad que quiere sentirse libre.

Ojalá que lo que quiera que estuviera en el principio, ordenando la inmensidad de la nada, pudiera pensarnos y nos pensara libres. Sólo soledad queda sin el deseo original de libertad. Sólo un sueño hueco donde todo vale salvo decidir. Sólo nada.